Es sabido por tod@s que l@s maestr@s, son personas emotivas, creativas y con dosis muy bajas del sentido del ridículo!!. Sí, es cierto, pueden cantar, bailar, recitar o hacer todo tipo de lindezas para que su alumnado aprenda. Son de acción en la escuela, de fiebres, piojos o varicelas. Son de fiesta del agua, del otoño o de la primavera. Os presento a Emoción, una de esas personas.

Con este escenario podréis deducir que Emoción se sienta extraña con el uso de plataformas , redes sociales, sesiones en streaming , app de proyectos… todo esto forma parte de un idioma difícil de descifrar por ella.

Emoción, danzaba feliz en su escuela rodeada de los niños y niñas que aprendían y aprendían . Pero pasó algo devastador…los colegios se cerraron y donde había risas, canciones o rimas, sólo se escuchaba silencio. En esa situación, Emoción buscaba dentro de sí misma cómo seguir enseñando a sus alumn@s, pero sus buenas prácticas, su humor, su amor y sus aprendizajes no eran suficientes. Es@s pequeñ@s estaban en sus casas, no podían abrazarse, no podían jugar e interaccionar en la aulas…cómo podrían aprender entonces??.

Un buen día, sin más, Emoción conoció a Razón, en el cuerpo de un programador. Se pasaban horas y horas hablando de sus pasiones ( para él la programación en ensamblador y con su querida Amiga y para ella, la maravilla de interaccionar cada día con sus pequeñ@s y saber traducir su esencia). Poco a poco la emoción se enamoró de la razón y viceversa hasta llegar a crear entre los dos un mundo en el que había sitio para ambos. Ese mundo era más completo, lleno de posibilidades y se convirtió en su lugar preferido.

Ya en la vida de Razón no sólo había algoritmos matemáticos sino también impulso, creación y ajuste a las necesidades de los usuarios… ya en la vida de Emoción no sólo había emoción y acción sino también una gran planificación y formas muy creativas y tecnológicas de enseñar . Cada vez tenían más claro que estaban hechos el uno para el otro aunque a priori podrían ser de mundos totalmente distintos. Entre abrazos e ilusiones comprobaron que amándose y entendiéndose podrían hacer «cosas» realmente maravillosas.