Cada día intento luchar con mi amiga, la maestra gris en la que tengo miedo de convertirme…Esta, es una maestra que con tristeza en los ojos, se siente abrumada por todo lo que sucede a su alrededor. En tiempo de pandemia, por encima de nuestras mascarillas apenas nos reconocemos. Los aprendizajes espontáneos , las risas, los bailes, el compartir las meriendas y el dedicar tiempo a que realmente nuestr@s alumn@s jueguen y trabajen en equipo se han acabado.
Es, ese llamado hace mucho tiempo currículum oculto al que echamos de menos. La escuela es un lugar en el que se celebra la amistad, la belleza, la colaboración, la ilusión, la investigación, el pensamiento crítico, la inclusión y la tolerancia…Todo ello nos alimenta el alma a los docentes y en estos momentos sencillamente no existe, desapareció. No se trata de que hayan desaparecido todas estos aprendizajes, lo que se fue es la «celebración» de todo ello.
Rodead@s de protocolos sanitarios y con las cifras de contagios desbocadas, se instaura el miedo en nuestras consciencias. No somos superhéroes sino seres demasiado human@s para los cuales es difícil soportar esta situación. LLega el miedo y va tiñendo de negro lo que antes era multicolor.
Pero un día cualquiera te paras a observar a tu alrededor y descubres momentos tan llenos de amor que hacen que despiertes de tu letargo. Dos niñas danzando y riendo sin parar de forma espontánea, el niño que jugaba solito que comienza a jugar con sus amigos y ves en sus ojos que se siente feliz de verdad, un momento real de inclusión de un niño con necesidades especiales en su aula con su seño y sus compañer@s, un te mando un corazón «así» de grande seño para tí…
Por estas razones no dejo que mi amiga la tristeza se haga con mi corazón. Por estas razones aún con dificultades, muchos de mis compañer@s y yo, amamos nuestro trabajo…aún en tiempos grises.
Firmado: La maestra que no quería ser gris.-